Una de las visitas obligadas es el El árbol Garoé que era un tilo que los bimbaches (aborígenes de El Hierro) adoraban y conocían como «El árbol santo». El árbol original fue destrozado por un huracán en el siglo XVII, pero su historia se ha mantenido siempre viva. Con el paso de los años, se ha convertido en todo un símbolo de la identidad herreña. Hace relativamente poco, en 1949, se decidió plantar otro árbol en el lugar donde estaba el Garoé para no perder su historia.

Despues de la visita al Arbol de Garoe nos dirigimos al ​Isora: el mirador y la fuente. Saliendo de San Andrés (donde está el árbol Garoé), cogimos la HI-1 y en apenas 5 minutos llegamos hasta Isora. Éste es un pequeño pueblecito en el centro de la isla. Aunque Isora en sí no tiene nada de especial, hay dos lugares en los que merece la pena hacer una parada si váis de ruta por el norte de El Hierro. El primero de ellos es el mirador. Se encuentra saliendo del pueblo y ofrece unas vistas impresionantes del Atlántico y la costa este de El Hierro.

Después de visitar Isora, nos dirigimos hacia Guarazoca, donde está este fantástico mirador. Uno de los mejores (entre los muchísimos) que hay en la isla. El mirador fue diseñado por el arquitecto canario César Manrique y ha sido declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias.

Desde el Mirador de la Peña puede verse todo el valle de El Golfo, en la ladera oeste de la isla. Este valle se originó debido a un corrimiento de tierras hace miles de años. Ese corrimiento dio lugar a la ladera tan escarpada sobre la que está el mirador. Abajo, en el valle, pueden verse numerosos viñedos y frutales que llegan hasta el mar.

Nos pararemos a comer en uno de los Guachinches que tiene el Hierro para llegar al extremo más septentrional de la isla se encuentra el Pozo de las Calcosas. Este pequeño poblado en el fondo de un acantilado era el lugar donde muchos pescadores se construyeron casitas para el verano.

Ahora sí, en la punta más septentrional de El Hierro está el Charco Manso. Aunque de “manso” sólo tiene el nombre, pues el oleaje es bastante fuerte. Desde el Pozo de las Calcosas se llega en apenas 20 minutos, pasando por Echedo.

Nos podemos bañar aunque tanbien merece la pena hacer una parada y pasearse por las rocas volcánicas. Desde ambos lados se pueden ver distintas formaciones y cuevas por las que entra el agua.